``La tentación del jeque´´ de Alexandra Sellers.
''Cuatrocientos años antes, el profeta había dicho: ``El hombre ama los perfumes, a las mujeres y la alegría del rezo.´´ Y la tribu de Aram seguía creyendo que un niño que ama a los perfumes sería un buen marido y un buen hombre porque, como el profeta, amaría a las mujeres y buscaría su guía hacia la verdad...
Él sólo había entendido aquello la noche que había tenido a Lana entre sus brazos. Aquella noche sus sentidos se habían visto embriagados por ella como el día que había roto el frasco de perfume de su madre...''
''-Arash, ¿me quieres?- preguntó entonces.
Él se puso rígido.
-Lana, no hagas esas preguntas.
El corazón de ella, abierto de par en par para el hombre, empezó a sangrar.
-¿Por qué no?
-No tengo nada que ofrecerte y tú lo sabes- dijo Arash, como había dicho aquella noche-. Y tú no quieres nasa de mí.
-Estás muy seguro de eso.
-Por supuesto, querías placer y lo has aceptado- murmuró él-. Que eso sea suficiente para los dos. No preguntes sobre lo que siente mi corazón.
Lana se incorporó un poco para mirarlo a los ojos. Estaban llenos de angustia.
-Tengo derecho a saber una cosa.
-¿Qué?-Cuando hacíamos el amor... ¿pensabas en mí o en ella?''
''-Lana- murmuró. Aquel nombre era tan dulce para él como para el resto de los parvaníes. Ella había conseguido mitigar su angustia, había suavizado la miseria de su vida, pero, ¿a qué precio? El dolor de amarla, el dolor de no poder olvidarla jamás. Lana se había puesto un pañuelo sobre la cabeza, casi cubriendo su cara, de modo que Arash sólo podía ver el brillo de sus ojos.
Aquella sería la última noche, se decía. No podía haber un futuro para ellos; pero se permitiría aquella última noche.
-Arash...- murmuró ella.''
''-No podía hacerlo porque no eras tú.
Con un gemido ronco, él la envolvió en sus brazos y su boca encontró la suya: ansiosa, desesperada, con una pasión que parecía arrancada de los más profundo de su ser.
Arash la tomó en brazos y la llevó a la cama. En la semioscuridad del dormitorio, la devoraba con los ojos mientras la tumbaba sobre las sábanas de seda.
El pañuelo que llevaba en la cabeza cayó al suelo, como símbolo de la tristeza que había marcado su vida desde que lo había conocido. Un símbolo que desaparecía por fin.
Suavemente, él le quitó el adorno de la frente y lo dejó sobre la mesa.
-Debo aprender a no ser un estúpido- murmuró él, tumbándose a su lado y acariciando su mejilla con ternura.
-Arash, ¿quién es la mujer a la que dices que amas?
-Tú sabes quién es- contestó él. Lana cerró los ojos, preguntándose si iba a desmayarse de felicidad y después volvió a abrirlos para mirarse en los ojos de hombre-. Eres tú, Lana. Eres tú a quien amor y a quien he tenido miedo de amar.
-Oh, Arash- murmuró, estremecida-. ¿Por qué tenías miedo? Deberías haber sabido lo que sentía por ti.
-En Londres soñaba que podría hacer que me amaras.
-Pero nunca lo intentaste.
-La guerra estaba a punto de estallas y yo sabía que lo perderíamos todo. Sabía que no tendría nada que ofrecerte y me dije a mí mismo que nunca podrías ser mía.
-¿Me amabas entonces, me amabas la noche que hicimos el amor¿
-Te amaba entonces. Te he amado siempre. Me decía a mí mismo que te amaba demasiado como para obligarte a compartir un futuro de miseria... pero no pude resistirme cuando te lanzaste a mis brazos.''
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